Encuentro





Nada duerme cuando pienso,
a puerta cerrada, la mujer que he sido
pues el abrazo que callo se llama silencio,
y vive desbordado de mutismo ante lo efímero
como flor de abismo sobre el amor

Cierto, me he quedado nuevamente en la ventana
contemplando la luz de la calle y,
en medio de la nada su cuerpo en penumbras,
simulando sueño, escondiendo el ronquido de mi risa…
Y es, aunque su pecho desentendido de mí,
me observe ajena a sus días,
cual fuego encendido, elevando códices extraños.

¿Habrá en él algún pensamiento para mí?
Pienso: la plenitud tiene nombre de hastío
El no sabe que a estas horas lo sé todo
Su cuerpo es un río de fango en mis manos
Un puñado de tierra donde mi semilla no germina
Un fuego fatuo que sólo yo distingo,
yo, en la espesura de la noche.
Ah! Que rabia me da su entrega, su irresponsable afecto, su descuido,
su cuerpo desnudo
¡Qué ira sienten mi boca, mis dedos!

Su risa…ya no es una explosión de cuerpos celestes
es la ira de Dios ante mis hechos.

Sé que no duerme, me observa atizando el fuego de su sangre,
quiere que recline mi cabeza
pero esta noche no puedo,
al nombrarlo se convierte en duende asustado
no habla, me aprieta los dedos y vuelve a su cauce
río, lodo, piedra
la madrugada es lejana en el frío de un cuarto extraño
¿y las sábanas? Guardan llantos de mujeres embravecidas
llenas de impotencia, como cadáveres azules después del ultraje.

Y si me preguntan, soy la misma madrugada del árbol que se mece
después de todo, sin respuestas.

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